Marta me miró a través del espejo con un atisbo de sonrisa en su cara.
-Mandale dormir -me dijo- el tiempo apremia y ya llegamos tarde.
-Maldita fiesta -pensé mientras miraba mi falo erecto.
Verla mientras se duchaba, difuminada su imagen a través de los cristales de la mampara, había disparado mi líbido y observarla mientras extendía el boodymilk por todo su cuerpo, había provocado en mi un tremendo deseo carnal manifestado en la enorme erección que lucía mi pene.
Sabía que la fiesta era importante para Marta pero confiaba en que pudiéramos tener un momento rápido, un alivio. Sin embargo, ella estaba centrada en su papel y yo se que si dice no, es no y punto.
Exhalé un suspiro de resignación y comencé a vestirme sin dejar de mirar a mi compañera.
Rubia, media melena, ojos verdes, pechos... no me voy a extender. Simplemente era una bella mujer y estaba buena, muy buena. En aquel momento, viendola con las medias y el tanga, sin sujetador, solo un pensamiento ocupaba mi mente: ¡tiene un polvazo! A duras penas abroché la bragueta dando fin a mis sueños.
-¿Nos vamos?
La miré...uffff!!!!
-¡Cierra la boca! - me dijo- y estalló en una sonora carcajada.
Me parecía increible. Tras seis años viviendo juntos, aún conseguía dejarme con la boca abierta cuando exibía su sensualidad.
Un vestido "años treinta" con flecos por encima de las rodillas, la espalda totalmente descubierta y un escote en forma de "v" que resultaba increible que llegase a cubrir algo de sus pechos. Una estola de plumas alrededor de su cuello y aquel perfume dulce e intenso que se introducía por mi nariz hasta la más recóndita glándula sexual.
-Vas a provocar infartos, Marta.
-¡Ojala le toque a quién yo me se!
Se sentó en el coche, la corta falda subida hasta las ingles. La visión de la casi totalidad de sus pechos, la intensidad del perfume y el calor que su cuerpo desprendía, pusieron vida propia en mi mano que se introdujo entre sus muslos. Ella abrió las piernas facilitandome el paso hasta su vulva húmeda y caliente para, cuando mis dedos llegaron a acariciar la hendidura por encima de la seda, volver a apretarlos dejandola allí inmovilizada, en tanto me dirigida una pícara mirada.
Su mano se poso sobre mi bragueta.
-Ufffff...Tienes una erección enorme. ¡Arranca! -dijo liberando mi mano- algún remedio habrá que pensar para eso.
Bajó la cremallera liberando el pene y agachándose sobre él, se lo introdujo en la boca. No lo esperaba. Mi glande cabeceó peligrosamente pero ella apretó la base de mi falo con dos dedos parando así el momento. La excitación me nublaba la vista e intenté parar en un camino rural.
-Ni se te ocurra -dijo dejando su labor- No voy a permitirte eyacular asi que sigue conduciendo.
-Marta, por favor...
-No. Una cosa son unas caricias y otra tener que recomponer todo el maquillaje o, tal vez, algo más. Sigue.
Paseó su lengua dos veces más por todo el miembro, depósitó un cálido beso en el glande y lo introdujo en el pantalón cerrando la bragueta.
Antes de entrar a la fiesta, me dio un apasionado beso en los labios apretandose mucho a mi.
-Hasta luego cariño -me dijo.
-Hasta luego amor.
Sabía que no volvería a compartir ningún otro momento con ella en toda la noche.
La fiesta iba bien. Comida y bebida abundante, buena musica... La gente disfrutaba, reía, bailaba. Casi todas las mujeres en "edad de lucir" y algunas de algo más, habían optado por unos disfraces bastante atrevidos, sexys e, incluso, provocativos.
El ambiente era distendido y cordial, demasiado cordial incluso, por lo que me resultaba difícil librarme de los deseos que Marta, ¿tal vez queriendo?, había dejado a flor de piel e insatisfechos. La fiesta había sido organizada por el jefe de ella y yo no conocía a nadie allí. La verdad es que no entendía por qué me había dejado convencer para asistir.
-Oye, ¿te tomas una copa conmigo? - me dijo una morena de generosas curvas embutida en un traje de Caperucita Roja tan simple que no iba más allá de de la propia capa con capucha, una minúscula braga de encaje, liguero, medias y zapatos todo, eso si, rojo.
-¿Qué le ya pasado a tu lobo? -le pregunté tontamente.
-Se cayó al río del vodka con "algo" y el cazador está follándose a la abuelita ¿te preocupa?
-No mucho, la verdad. ¿Qué te apetece?
-Pues... -dijo fijando sus ojos en mi entrepierna- digamos que un buen "destor".
Salimos a la terraza, yo con mi mano sobre sus nalgas mientras uno de sus pezones se clavaba en mi pecho. Mis labios estaban a punto de apoderarse de los suyos cuando un grupo, que entró en un alboroto, la rodeó llevándosela con él.
La seguí con la mirada exhalando, nuevamente, un suspiro de resignación. Parecía que aquella no iba a ser mi mejor noche sexualmente hablando. Decidí volver al salón y comer algo barajando que quizá fuese mejor renunciar al sexo por aquella noche.
Al entrar, vi a Marta apoyada contra una columna del porche. La acompañaba un hombre maduro de pelo blanco y buena planta que intentaba besarla en la boca en tanto su mano se perdía por el amplio escote de ella que con un antifaz, eso si, lejos de rechazarlo, recogió la falda sobre su cintura y subiendo la pierna derecha hasta las caderas del hombre, lo atrajo hacia si presionando sobre su culo.
Bien. Ella parecía tener resuelto "mi" problema. Tal vez fuera mejor tomar algo sólido y retirarme humildemente. Ella ya volvería a casa de alguna manera.
Me dirigí a una de las barras. Pedí un sandwich y me gire mirando al salón mientras lo iba mordisqueando.
Entonces la vi. O me vio. O nos vimos. No se. Se me acercó sonriendo. Sus ojos, fijos en los míos, la anunciaban como una chica mala poseída con su total aquiescencia y complicidad. La sensual sonrisa de sus labios, no era si no una burla a mi estupefacción. El balanceo de sus caderas, la total provocación hacia mis instintos más animales y los pechos firmes y rotundos, generosamente mostrados a través del escote, simplemente eran pecado.
-Ven -dijo tomando mi mano- Estoy ansiosa de ti.
-Estamos en mitad de una fiesta y...
-...y no creo que te acuerdes de la fiesta cuando te haga lo que estoy pensando. Ven.
La seguí sumisamente hasta una habitación en la que entramos. Cerró la puerta, su mano acariciando mi sexo por encima del pantalón. Intenté besar sus pechos pero me lo impidió con determinación mientras, tras soltar el cinturón, dejaba caer los pantalones liberando así el pene para introducirselo en la boca.
-No pienses en correrte ¿eh? Lo necesito en mi interior.
-Yo no... me has... -balbucí.
Me hizo sentar en un sillón. Se subió el vestido hasta la cintura y sentandose sobre mi se introdujo el pene en la vagina cálida y húmeda.
Traté de contenerme pero ella no tenía ningún interés en que lo lograse. Cabalgo apretando fuertemente mi miembro con los labios vaginales y aplicando un ritmo desenfrenado. Eyaculé ferozmente en su interior en el mismo momento en que ella alcanzaba un orgasmo tan intenso y primitivo como el mío.
Se levantó con gotas de esperma rebalando por sus muslos. Las limpió dedicándome una sonrisa.
-Gracias -dijo- Ha sido un intenso polvo.
Y dejando caer el vestido, se alejó mientras me guiñaba un ojo a través de su máscara. Me quedé sin saber como reaccionar, sentado todavía durante un rato, observando mi miembro que, brillante por sus jugos y los míos, mantenía la erección quizá por la misma acción de la sorpresa.
Cuando ya algo recuperado de la impresion salí al salón, vi a "mi" desconocida hablando con Marta, ambas riéndose alegremente al notar mi presencia para enviarme una un tímido saludo y Marta un beso con la mano a la vez que me guiñaba un ojo.
No obstante, seguía casi tan perdido como antes. ¿Qué hacer? Ahora, con la excitación, no me apetecía irme a casa solo. Se me acercó un tipo con un disfraz de dandy.
-¡Hola! Creo que tú también andas un poco perdido.
-¿Cómo? -balbucí.
-Si te interesa, en el sótano hay montada una timba de poker.
Me dio una palmada en el hombro y se alejó.
Pedí una copa en la barra y con ella en la mano, me dirigí a la escalera del sótano. Tal vez me fuera mejor en el juego...
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