13/4/16

Turno de tarde


Tengo una nueva compañera. Alguna vez la había visto por la zona pero este fin de semana nos ha tocado trabajar juntos.
-¡Hola! Soy Anne -se presenta- Nunca he trabajado aquí así que tendrás que decirme qué se hace.
-Pues...¡hola! Soy Markel. Un placer. -le tiendo la mano que ella toma con firmeza- Verás, lo primero es buscar el momento y el lugar para tomar un café. Luego relajarnos. Sobre todo, relajarnos y esperar que sea una tarde tranquila en la que no pase nada. Eso si, siempre con el móvil y el avisador de alarmas muy cerca.
-¡Toma! Yo había venido mentalizada para currar y ¡mira tú! ¿Cuándo tomamos ese café?
-Diez minutos más tarde de que se vayan estos "pelmas" -dije señalando a nuestros compañeros- Yo elijo el bar y tú pagas. Eres la nueva.
Tomamos café y pasamos la tarde hablando de mil cosas. Anne era muy abierta, alegre, simpática y tenía una conversación fresca y amplia. Nos reíamos un montón así que el tiempo volaba.
En un momento de la tarde y por "matar el rato, yo estaba revisando una entrada para mi blog y subiendo una foto de corte erótico. Se asomó descaradamente.
-¿Qué haces? ¡Vaya, vaya!
Le di la tablet.
-Es mi blog -aclaré- Me gusta escribir cosas. Relatos, poemas, pensamientos... cosas.
-¿Eróticos?
-También. El erotismo me gusta. Simple y sencillo ¿Qué?
-Nada -respondió- Yo no digo nada. No sin leerlo ¿Te importa que anote la dirección? Aunque te advierto que si te leo, te criticaré.
-Me encantará que lo hagas. Conocer tu opinión y tu punto de vista.
Poco a poco paso la tarde. Al acabar el turno, le ofrecí ir a tomar algo. Me dijo que venían unos amigos a buscarla y con ellos se fue.
Domingo.
Llego al aparcamiento. Anne está de pie junto s su coche. Camisa blanca y pantalón vaquero ceñido. Muy atractiva. Me saluda con la mano pero no me espera. Camina delante mío para hacerme ver, estoy seguro, el balanceo de sus caderas, la redondez de sus nalgas, su sensual figura, la melena de color caoba suelta hasta los hombros. El pantalón se ajusta a su culo y a los muslos cincelándolos pero la camisa le estira un poco en la cintura. ¡Treinta y nueve muy bien llevados! Imagino... o mejor no imagino nada. Empiezo a notar una cierta "presión".
En la oficina se mantiene discreta, apartada mientras los compañeros van haciendo el cambio de relevo. Atenta a sus obligaciones.
-¿El café de hoy, también lo paga la nueva? -pregunta cuando han acabado.
-Nos lo podemos jugar a piedra, papel o tijera -le respondo pero, al ver la expresión de su cara, añado: -Déjalo, ya invito yo hoy...pero ¡me debes uno!
Camino de la cafetería se cuelga de mi brazo. Huele muy bien y su cuerpo me transmite un calor relajante.
-He leído algo de tu blog. Me gusta en general. Sobre todo es fácil creerse los personajes, las situaciones, identificarse con la historia.
-Me alegra que te guste -dije- ¿Algo en especial?
-Un par de cuentos y otro par sobre parejas -contesta sonrojándose casi imperceptiblemente.

De vuelta a la oficina, acerca una silla y se sienta cerca de mi. La nube de su perfume me envuelve y me llega, tenue, el calor de su piel. Tres botones sueltos en la camisa dejan ver un sugerente canal entre los pechos.
- Y lo que escribes ¿de dónde sale?
-¿Salir? No se. Está ahí. Surge. Es el día día. Solo hay que escribirlo, tal vez mezclarlo. Llevarlo al papel a través de unos personajes.
-¿Y lo erótico? -pregunta retrepándose en la silla- ¿Predicas o prácticas?
El movimiento ha creado un hueco en su camisa dejando a la vista un bonito sujetador granate ribeteado de encaje negro.
-Siempre, -contesto dibujando con la llema de un dedo el contorno del sujetador- siempre es más fácil decir que hacer. Veo que te gusta el rojo. ¿ El pelo también lo tienes rojo?
Se tensa sorprendida por la pregunta y hace un pícaro mohín con los ojos.
-¿Quieres verlo?
Se acerca y me da un beso tórrido y apasionado en los labios. Animado por la caricia, bajo la mano hasta el vértice de sus muslos. La para.
-He dicho ver, no tocar. ¿Vienes arriba?
Arriba hay una sala de reuniones con una gran mesa y sillas.
- Si. Ahora. Pongo todo esto en automático y voy.
Cuando llego está sentada sobre la mesa. Se levanta mirándome a los ojos. Desabrocha la camisa y empieza a besarme el pecho. Lame y mordisquea mis pezones haciéndome gemir mientras desabotona el pantalón buscando el pene que la recibe desafiante. Desciende poco a poco por mi cuerpo hasta tomarlo en sus labios. ¡¡Ufffff!! Me tenso. Una oleada de placer golpea mi cerebro. Anne me acaricia con lentitud y calma. Recorre mi miembro con la lengua, con los labios, con las manos, a la vez que sus ojos buscan mi mirada. Tiemblo. Sabe muy bien lo que hace y ahora sus manos sujetan mi culo para hacerme llegar más adentro. El placer me envuelve pero no es eso lo que quiero. Tomo su cabeza entre mis manos para hacerla levantar y besarla en la boca antes de tumbarla sobre la mesa y después de haber liberado sus tetas que acaricio y chupo con glotonería. Ahora gime ella. Se arquea. Aprieta mi cabeza sobre sus pechos. Jadea. Respira entrecortadamente. Me separo y protesta, pero no cedo. Suelto el botón de sus vaqueros estirando de ellos y de sus bragas granate y negras para desnudar un sexo perfectamente rasurado y brillante de humedad. Gime levantando las nalgas de la mesa. Está muy excitada. Y muy mojada. El olor del sexo, que se mezcla con el perfume, hace palpitar mi pene erecto. Introduzco la cabeza entre sus muslos para degustar la flor rezumante de néctar. La beso. Succiono los labios y el clitoris. Anne se retuerce. Toda ella es un gemido. Ligeros espasmos la sacuden y no me atrevo a meter mis dedos en aquella gruta ansiosa porque temo que se vacíe antes de tiempo. Le doy un ligero respiro mientras estiro de ella hasta sacar sus nalgas de la mesa y sujetarlas con mis manos. Quiero ser yo quien controle sus movimientos. Apoyo el glande en su vagina y empujo introduciéndolo muy despacio. Intenta mover el culo pero no puede. Protesta y chilla pero es en balde. Mis movimientos son lentos, pausados, muy profundos. La enorme cantidad de flujo que ella genera hace que el vaivén sea suave, cargado de sensaciones. El calor y el olor enervan los sentidos y elevan el placer a la locura. Y, también gimiendo, aumento el ritmo. Siento que mis piernas se debilitan, aprieto las nalgas con toda mi fuerza e impongo un ritmo loco, frenético, desencajado. Busco los ojos de Anne pero todo lo veo borroso. La oigo gemir, suspirar, sollozar... no se. Una intensa corriente, casi dolorosa, se forma en mis muslos y asciende como un rayo hasta mi cerebro. Oigo el grito agudo de Anne, al que me que uno, y me derramo a oleadas en su interior a la vez que ella entrega todo lo que le queda dentro.
Al final me han fallado las piernas y estoy de rodillas en la moqueta. Anne, aún conmigo dentro, está abrazada a mi cuello con las piernas flexionadas. Jadeantes, nos dejamos caer al suelo para ir recobrando la respiración y la tranquilidad, aunque Anne aún sigue teniendo pequeñas convulsiones de vez en cuando.
-¡¡¡Buffffff!!! -exclama- No me hables, no me toques, no me mires o no pararán. ¡Joder! ¡Menudo polvo!
-Si -afirmo con voz tremula- Estupendo.
-No me apetece pero recuerdo que estamos trabajando ¿Tienes gel y una toalla?
Son las seis. Anne tiene que ir a otro departamento hasta las nueve. Nos vendrá bien para "relajarnos" y recuperar la cordura. Cerca de las nueve encargo unos platos combinados. He pensado en cenar algo ya que estamos de turno hasta la media noche. Anne vuelve un poco azorada y con las mejillas arreboladas.
-He encargado algo para cenar ¿qué tal?
Se pone aún más roja. Mi imagen se llena en un segundo de imágenes recientes y mi pene presiona contra la tela.
Nos sentamos a cenar en un silencio tenso ¿Solución? Contar anécdotas del trabajo para acabar de cenar entre bromas y risas.
-¿Quieres algo más? -pregunto.
-Si. Tú.

Me besa. Su lengua traspasa la barrera de mis dientes y baila con la mía. Busco sus tetas con las manos. La ropa va cayendo y, entre besos y caricias, subimos arriba.
-Esta vez vamos más tranquilos -me pide.
Sonríe. Sus labios húmedos, carnosos, ardientes, recorren despacito los míos. Los rozan, los presionan, los succionan. Van de acá para allá. Cada roce es una profunda sensación reflejada en mi pene que cabecea en sus manos. Me centro en sus besos. Un calor profundo me invade y mi cuerpo se entrega a una placentera languidez. Creo que esta mujer es capaz de llevarme, y llevarse, al orgasmo solo con besos.
Estoy ardiendo. Igual que ella. Excitado. Igual que ella. Mi pene babea y su gruta rezuma jugos que la empapan. Gemimos mirándonos y volvemos a los besos profundos. Acaricio su vulva. Se estremece y gime en mi boca. Responde paseando la yema de un dedo por mi glande, recreándose en el pequeño orificio. Es una sensación indescriptible. Tiemblo y aprieto mi boca contra la suya. Me muerde y, a cambio, introduzco un dedo en su interior. Muerde más fuerte e intento retirarme pero besa con mucha ternura la zona dolorida. Exploro en ella con mi dedo. Arriba y adelante. Grita. Se aprieta a mi. Acaricia mi pene de arriba abajo. Introduzco otro dedo. Sus jugos son como aceite y se deslizan con mucha suavidad. Pellizca y araña suavemente mi escroto mientras, con firmeza, me empuja hasta tenderme en el suelo. Pasa una pierna por encima de mi, retira la mano de su sexo y, casi a cámara lenta, se introduce ella misma el pene hasta lo más profundo. Ambos gemimos, los ojos cerrados, sintiendo. Nos quedamos quietos. Un minuto. Dos. Noto las hinchadas paredes de su vagina presionando mi miembro en máxima erección. Suspiro respirando muy suave. También ella. Algo se mueve. Pequeñas contracciones masajean mi ariete. Es muy placentero. Lo hago cabecear. Como un juego: un contracción, un cabeceo.
Solo sentir. Solo gozar. Sentir y gozar. El tacto de las manos, la vista, el oído, no cuentan. Solo el sentir interior. Aumentamos la velocidad. No mucho. También muy despacito, Anne empieza a moverse arriba y abajo deslizándose sobre el mástil que la penetra. No hablamos. No nos miramos. Se lo que siente. Noto como, al igual que a mi, el calor interior le va aumentando. Y me va naciendo un cosquilleo que invade mi vientre, mi estómago, la columna vertebral, se recrea en los testículos y asciende por la caña del pene estallando en un orgasmo bestial que surge a borbotones.
Anne se arquea. Sus puños cerrados me golpean el pecho, lanza un alarido y, desplomándose, alcanza un orgasmo que la deja rota.
Sigue tendida sobre mi con mi pene, que no quiere ceder, dentro de ella. La sacuden unos espasmos que, poco a poco, van perdiendo fuerza e intensidad. Le susurro, la calmo, le acaricio el pelo y la beso tiernamente. Pasan ya de las once. Nos levantamos y, desnudos, bajamos a recoger la ropa. Nos vestimos dejándonos ver. La imagen de su cara enrojecida, de su ondulada melena caoba, de sus pechos de dorada oreola y desafiantes pezones, de su cintura, de la curva del vientre, de su espalda suave, de las nalgas, de los muslos y de su apetecible sexo pulcramente rasurado, se queda grabada en mi mente creo que, ya, para siempre. Supongo que a ella, viendo la expresión de su cara y su sonrisa, le ocurre lo mismo conmigo.
Recogemos todo y cerramos el centro.
-¿Te vienes a casa? -le pregunto.
Me besa en los labios y se abraza a mi cintura.
Ya en el coche me pregunta:
-¿Y esto? ¿Lo escribirás en tu blog?
-No acostumbro a publicar mis relaciones personales...
-¿Y para mí? ¿Lo escribirás para mí?
-¿Para ti?... Si tú quieres...



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