14/4/16

Día de sexo

TENSIÓN

Trabajo en una conocida tienda de ropa, famosa también por sus precarias y leoninas condiciones laborales a las que la Jefa de Tienda en la que yo trabajo, hace meritorios honores.
Hoy no era mi día. Había perdido varias ventas y mi estado de ánimo estaba ya a "nivel suelo". Ahora mismo, atendía a una clienta de lo más pesada que me estaba sacando de mis casillas. Tenía los ojos de la Jefa clavaditos en mi y no sabia como salir del paso. Marta también me miraba. Quería ayudarme, lo sabía, pero no encontraba la forma. De pronto la vi venir casi a la carrera y agacharse bajo el mostrador. ¿...? Un segundo más tarde, unas manos hurgaban en mi cinturón y mi bragueta. Se me cayeron los pantalones y unos labios se adueñaron de mi pene que, restableciéndose de la sorpresa, comenzaba a reaccionar. Los labios de Marta lo succionaban, su lengua lo recorría de arriba abajo, sus manos lo acariciaban en un vaivén superexcitante. Se me escaparon un par de gemidos que debieron asustar a mi clienta porque se fue sin decir ni pío. Como es natural, Marta no se enteró de nada y siguió con su "labor". Mi pene crecía más y más llenando su boca cálida y húmeda. Se deslizaba dentro de ella, hasta la garganta produciéndome un placer inexplicable. Me temblaban las piernas pero no podía moverme así que me aferre al mostrador con los nudillos blancos por el esfuerzo. Y en estas apareció Clara, mi vecina. Treinta años. Soltera,. Escultural. Simpática y...
-¡Hola Juan! ¡Me alegro de encontrarte a ti. Verás... ¿Pero qué te pasa? Te veo congestionado.
-¡Ho...hola Clara! Na...na...nada. No me pasa nnnada. Tú..tú me dirás.
-¿Yo te diré? Parece que te va a dar un jamacuco, tío. No se. ¿Llamo a alguien?
-¡Nooooooo! ¡joder! ¡¡no!!
-¿Entonces?
Le hice un gesto para que se acercase.
-Verás. Hay una compañera debajo del mostrador que me está haciendo una mamada.
-¡Anda ya!  -se rió- Me llevo esto. ¡Menuda salida! -y se fue con dos blíster de medias con braguitas a juego.
Dejé caer el torso sobre el mostrador apoyado en un brazo, apreté los dientes para no gritar y me derramé a chorros.
Cuando la jefa se distrajo un momento, hice un gesto a Marta que salió corriendo guiñándome un ojo.

LA CHARLA

A partir de ahí, la mañana fue mejor. Hice varias ventas y, verdaderamente, sentía otro karma. No obstante, cada vez que me cruzaba o miraba a Marta, un ramalazo de calor sacudía mi entrepierna. Desde luego, había sido una verdadera sorpresa. Le debía una.
Faltaba una hora para el descanso de la comida cuando oí mi nombre por megafonía:
-Señor Beltrán, acuda a la oficina de personal.
¿Y ahora? Marta buscó mis ojos en una pregunta muda. Le dediqué un encogimiento de hombros.
-Pasa Juan. -La jefa estaba sentada, indolente, sobre la silla giratoria. La falda, muy corta, dejaba al descubierto sus muslos y la blusa mostraba el borde del sujetador negro.- Quiero hablar contigo.
-Usted dirá -dije acercándome.
-Primero, no me hables de usted. Somos casi de la misma edad y lo hace todo muy formal.
-No se. Usted... tú eres mi jefa y me parece que...
-Te lo pido por favor. Ser tu jefa no es más que una circunstancia. Bueno, veamos... ¿Te ocurre algo Juan? La última semana has bajado en ventas y te veo muy nervioso, no se. Como si no estuvieses a gusto con nosotros ¿Es así? ¿Puedo hacer algo por ti?.
Acabó de hablar a la vez que soltaba el moño que recogía su pelo y sacudía su melena ¡Joder! Era más guapa de lo que pensaba y estaba muy buena. Me azoré. No se por qué, pero me azoré.
Se levantó y se acercó a mi. Olía a flores y a miel. A abeja reina, pensé. Llevó una mano a mi nuca.
-Juan -dijo estirando de mi hacia ella- Mi primer objetivo es ayudaros -Acerca su cara a la mía y pone un beso en mi boca.
Es un beso húmedo, ardiente, sexual. Sus labios carnosos, se aprietan y se deslizan sobre los míos. Saben a fresa. Su lengua se adentra en mi boca para buscar la mía. Cuando nuestros cuerpos se encuentran, el bulto de mi pene presiona contra su vientre. Se pone de puntillas para notarlo más abajo. Llevo mis manos a sus nalgas y la ayudo elevándola a la vez que la aprieto contra mi, contra mi virilidad. Echa la cabeza hacia atrás. Le beso el cuello, la curva de los senos. Se le escapa el primer gemido. La levanto y la siento sobre la mesa con la falda enrollada a la cintura. Descubro sus pechos para chupar, lamer y morder los acerados pezones. Gime. Se retuerce. Se deja caer sobre la mesa
Con una mano masajeo sus tetas mientras con la otra desabrocho el cinturón y libero mi pene que salta como un resorte. Lo toma en la mano y lo dirige a su gruta, aún tapada por unas bragas que dibujan una enorme mancha de humedad. Las aparta con la otra mano y pone el glande sobre el orificio de su vagina. Empujo. Mi miembro entra suavemente frotando los hinchados labios. Grita y se estremece. Le acaricio el clítoris hinchado y endurecido. Se retuerce. Palmotea sobre la mesa. Rodea mi cintura con sus piernas para llevarme hasta lo más profundo de ella. Un temblor nace en mi muslo izquierdo avanzando hacia mi sexo. Se me entrecorta la respiración y me falta el aire.Tensa su cuerpo. Lo arquea apoyando solo la cabeza en la mesa. Me tenso con ella. Salta hacia mi abrazándose a mi cuello y los dos estallamos en un profundo orgasmo. La apoyo de nuevo en la mesa y me derrumbo encima de ella. Me acaricia la cabeza. La beso en la boca, en el cuello, en las tetas... mientras siento mi pene aflojarse dentro de aquella gruta inundada. Me empuja suavemente y salgo de ella.
-¡Uffffff! -exclama mientras se limpia de jugos- ¡Ha sido tremendo!
Me visto y al salir por la puerta me dice:
-Juan, deberíamos hablar más a menudo. Recuerda que estoy aquí para ayudaros.


COMPENSACIÓN

Marta me ve salir del despacho de la jefa. Se da cuenta, naturalmente, de mi agitación y surge la pregunta muda.
Me encojo de hombros. No le vale. Vuelve a preguntar, esta vez con gestos. Con gestos le respondo que luego le explico. Faltan diez minutos para que paremos a comer.
-¿Qué?¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho? -me pregunta cuando paramos- ¿Te ha metido una bronca? ¡Cuenta! ¡Venga! -está ansiosa.
-Me ha echado un polvo.
-¿Qué? ¡Tú alucinas!
-Para nada. Me ha dicho que está para ayudarnos. Me ha besado. Se me ha insinuado...y hemos echado un polvo. Eso ha sido todo.
Se ha puesto roja como un tomate ¿De vergüenza? No creo. ¿De rabia? La miro a los ojos. No se. Percibo que está enfadada. Se calla y permanece muda mientras vamos al restaurante. Pedimos dos ensaladas y nos sentamos en una mesa.
-¿Te parecerá muy bonito, no? ¿Y yo, qué?
-¿Tú? Marta...
-¡No! -me interrumpe- ¡Nada de Marta!... y no mal interpretes ni te hagas pajas mentales. Lo de antes lo hice porque si. Para "distraerte". Me gustó mucho a mi también y me lo pasé muy bien. Eso es todo. Pasarlo bien Juan. Pero quiero calidad.
Bueno. La chica no podía ser mas clara lo que, sin duda, era de agradecer.
De vuelta a la tienda la cojo de la mano.
-Ven -le digo guiñándole un ojo e introduciéndola en un pequeño vestidor del pasillo.
-¿Qué haces? ¡No tenemos tiempo!
-Calla -digo besándola ardientemente- el tiempo es relativo. La calidad no.
Acaricio sus nalgas por debajo del vestido girando poco a poco las manos en busca de sus ingles a la vez que mi boca desciende por el cuello hasta los pechos que se mueven agitados por una respiración entrecortada. Cuando las manos llegan a su vulva, abre las piernas para facilitar la caricia. Paseo mis dedos por los labios presionando con uno de ellos en su abertura para provocar la salida de jugos. La tela del tanga se va humedeciendo. Está muy caliente ahí abajo. Localizo el clítoris y lo frotó por encima de la tela. Gime sobre mi boca. Me muerde abrazándose muy fuerte a mí. La tumbo sobre un pequeño sofá que hay en la estancia, levanto su vestido y estiro del tanga desnudando su gruta húmeda y ardiente. La acaricio. Separa las piernas. Me arrodillo e introduzco la cabeza entre los muslos. Gime. Balbucea. Dejo que mi aliento se extienda, cálido, por su sexo. Separo los labios y soplo suavemente sobre la entrada y el clítoris. Se retuerce. Aprieta los muslos sobre mi cabeza y, con una mano, la empuja de golpe contra su vulva. El olor acre de su sexo me invade. Me excita llenándome de deseo de darle placer, de volverla loca.
Introduzco la lengua en su vagina. Lamo las paredes, los labios, punteo sobre el hinchado botón. Chilla quedamente. Engarfia los dedos sobre mi cabeza. Se arquea. Centro mis caricias en el clítoris endurecido e introduzco dos dedos en aquel volcán. Con la otra mano acaricio sus pechos pellizcando los pezones por encima de la tela. Sus jugos manan sin cesar. Tiene espasmos. Retiro los dedos y degusto el néctar que rezuma de su interior. Abre y cierra los muslos golpeando mi cabeza. Balancea la pelvis de un lado a otro, de arriba abajo, buscando el mayor contacto, la mayor profundidad. Llevo los dedos impregnados de jugo a su boca e introduzco otros dos en su vagina. Gime y lame con verdadero deleite. Eso la lleva a moverse con mayor rapidez. Meto y saco los dedos de su cueva a un ritmo loco, a la vez que con el pulgar masajeo el duro botón con movimientos circulares. Abre las piernas hasta lo imposible, se tensa, arquea todo el cuerpo y con un aullido animal, estalla inundando mi mano y sus muslos de líquido viscoso y caliente. Se queda muy quieta por un momento. Ni siquiera respira. Tiene los ojos en blanco, la boca abierta. De pronto, suspira. Su cuerpo se relaja y una nueva bocanada de jugo moja mi mano y el sofá.
La beso, la calmo. Sonríe. Jadea.
-¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Una hora? ¿Un día? -pregunta- ¡Jamás me habían masturbado de esta manera. Menuda comida! ¡¡Dios!! Toma -me da el tanga- Te lo regalo. Ahora mismo no puede tocarme nada ahí abajo.
Nos besamos y nos vamos a trabajar.


DESCANSO

¡Por fin termina mi jornada! La jefa lleva más de una hora encerrada en su oficina con un tipo que vino preguntando por ella. Marta se va a la bolera con un grupo de gente. Yo, a casa.
A punto de entrar en el portal, Clara sale del bar de enfrente.
-¡Juan, espera!
Cruza la calle a la carrera y me da un beso en la mejilla. Suave pero cálido. Solo uno.
-Oye, lo que me dijiste en la tienda...¿era verdad?
-Si. Lo era. Estaba pasando en el lugar y en el momento.
-¡Y lo sueltas así! ¡Tan tranquilo!
-¡Joder Clara! ¡Querías llamar a alguien! Imagina que me pilla mi jefa.
A todo esto, hemos llegado al rellano. Cada uno saca las llaves para abrir la puerta de casa.
-Juan -me dice casi en un susurro- ¿Quieres ver cómo me quedan las medias que me llevé?
Su casa es un reflejo de la mía. Me toma de la mano y me lleva al dormitorio.
-Espera -me dice y desaparece tras la puerta del baño.
Reaparece a los dos minutos totalmente desnuda. Las puntas del pelo acarician unos pezones desafiantes que rematan unos pechos turgentes y firmes, el vientre liso, las curvas de las caderas introducen unos muslos largos y suaves que cierran su vértice sobre una vulva sonrosada adornada por un fino triangulo de vello en el pubis.
Sonríe incitadora y me lanza un blíster de medias y un sujetador de encaje.
-Toma -dice acercándose hasta tumbarse en la cama con los pies en el suelo.
Saco una de las medias y la enrollo. Le cojo un pie. Beso sus dedos, la planta, el empeine. Apoyo la media y la subo despacio, cubriendo la piel que voy besando y lamiendo. El tobillo, la pantorrilla, la rodilla, van quedando cubiertas por la seda rosa de la media. Acaricio su muslo con besos cortos, pequeñas succiones que le arrancan suspiros, y lo cubro con la media. Repito con la otra pierna. Cojo las braguitas, también de suave color rosa. Las voy subiendo muy despacio. Paro allá donde acaban las medias. Lamo los muslos. Ahora uno, ahora el otro. Llego a su sexo. Gusto los jugos que rezuma. Beso los labios, el clítoris. Introduzco la lengua en aquella raja sonrosada y cálida. Se arquea. Se estremece. Gime e intenta apretar mi cabeza con una mano. No le dejo. Por el contrario, la retiro y, de un tirón, cubro su ardor con las bragas. Intenta quitárselas pero aparto sus manos con firmeza. Sigo besando el vientre. Juego con la lengua en el ombligo antes de ascender hasta los pechos. Los lamo. Los mordisqueo. Se retuerce. Dibujo las oreolas con la lengua y chupo los pezones duros y tiesos. Grita. Cubro aquellos inflamados pechos con el sujetador y paso sus brazos por los tirantes mientras beso sus labios cálidos y jugosos. Los chupo. Los absorvo, los muerdo mientras ella se estremece, me abraza con sus piernas, araña mi espalda...
La hago girar boca abajo y aparto su pelo para besar el cuello, la nuca. Clara es ya un susurro constante. Está muy excitada. Frota su pubis contra las sábanas y he de colocar el peso de mi pecho sobre sus nalgas a fin de evitarlo. Beso su espalda. Lamo su columna vertebral. Cierro el broche del sujetador. Llego a su cintura, a las nalgas prietas que acaricio, beso y muerdo. Aparto la tela de las bragas para meter desde atrás, dos dedos en la vagina ardiente y perfectamente lubricada. Chilla de placer. Salgo de ella para coger una blusa y una falda del armario. Con suavidad, le pongo la blusa.Gira la cara mirándome. Hay lágrimas de placer en sus ojos.  Vuelvo de nuevo a su gruta con roces y besos muy suaves. Se agita y llena mi boca de jugos. Me retiro. Subo la falda hasta su cintura donde la dejo enrollada. Me tumbo encima de ella, aparto las bragas a un lado, coloco mi miembro en su gruta y la penetro de un solo golpe. Aulla. Levanta el culo. Aprieta las nalgas. Me estrangula el pene. Una oleada de placer me invade. Clara mueve su culo de un lado a otro gimiendo, sollozando, chillando. No aguanto más. Envisto aquellas nalgas con toda mi fuerza y, uniendo nuestro aullido, nos derramamos los dos a un tiempo.
Al rato nos levantamos. Le acaricio el pelo. La beso y abrocho la blusa mientras ella introduce mi pene en el bóxer y cierra la bragueta. Baja la falda. Ambos nos reímos al vernos completamente vestidos.
-¿Y ahora? -pregunto- ¿Cenamos?
-Después de la ducha ¿vienes?

CENA Y POSTRE

Ya duchados, Clara se puso una bata de seda y a mi me prestó un albornoz que, aunque grande, me iba un poco escaso, fuimos a la cocina, preparamos unos filetes, una ensalada y nos pusimos a cenar con una botella de vino.
Charlamos animadamente, nunca habíamos tenido una conversación y, como no, comentamos lo sucedido.
-Me ha encantado Juan -dijo ella- Ha sido un punto eso de ir al revés. Muy excitante.
-Ya lo creo. Te quedan muy bien las medias. También las bragas. Pero estabas preciosa vestida. Igual que en bata.
-A ti también te queda muy bien el albornoz -se río- Aún tengo otro blíster sin abrir.
-Si. Lo se. Oye...¿algo de postre?
Miro en la nevera. ¡Vaya! ¡Bombones de licor!
-¿Quieres? -le pregunto rozándole los labios con uno.
Abre la boca. Dejo que lo chupe y lo retiro. Lo llevo a la mía y lo lamo. Se lo vuelvo a acercar. Vuelve a abrir la boca pero estira la mano y me lo arrebata. La bata se ha deslizado mostrando gran parte de sus pechos. Se mete el bombón en la boca. Lo sujeta con los dientes y me lo muestra. Me lo ofrece. La abrazo. Acerco mi boca a la suya. Muerdo el bombón y aprieto mis labios a los de ella. El licor salpica. Escurre por nuestras barbillas y varias gotas se derraman sobre sus pechos. Nos besamos lamiendolo. Repetimos. Tres, cuatro, la aparto. El líquido resbala por sus tetas desnudas. Lo lamo. Tomo otro bombón. Acaricio con él su pecho y lo hago estallar sobre el pezón que se inunda de néctar. Succiono. Clara se estira. Me ofrece sus tetas. Gime y chilla de placer. Su excitación es total. Se desprende de la bata y ella misma estalla bombones sobre su piel. Los regueros corren hacia su pubis. Me arrodillo para recoger el licor en su copa. El olor que emana su sexo me marea. Mi pene, totalmente erecto, reclama su parte en el juego. Las manos de Clara lo impregnan de chocolate derretido mientras lo masajean. Gime. Me tenso. Estoy a cien. También ella. Nos tumbamos e iniciamos un sesenta y nueve.
En cuanto le intruduzco la lengua, Clara se arquea, emite un gruñido con mi pene en la boca y estalla sobre la mía. Aún así, sigue chupando y lamiendo con ansia, con verdadero deleite. Introduzco dos dedos en ella y lamo su clítoris duro e hinchado. Se mueve atrás y adelante. La pelvis. La boca. Me enloquece. No puedo aguantar más. Mi pene crece en su boca, cabecea. Mi cuerpo se tensa pero ella no quiere que acabe. Presiona la base de mi miembro y lo retira de su boca. Me hace girar boca arriba para sentarse sobre mi e introducirselo ella misma hasta el fondo de su vagina. Se queda quieta un instante con los pechos, brillantes y pegajosos por el licor, desafiándome con la dureza de sus pezones. Suspiro. Los acaricio. Los aprieto. Se pegan a mis manos. Clara inicia un suave vaivén. Lento. Muy lento. Presionando fuerte la caña de mi miembro. Se recuesta sobre mi y me besa. Con pasión. Con furia. Aumenta el ritmo. Más. Más rápido. Eleva el torso y comienza un furioso movimiento circular. Es la locura. El pene roza las paredes de aquella ardiente cueva. O, más bien, son ellas las que se deslizan rodeando el inflamado mástil. Grito. Busco aire. Sus manos golpean mi pecho. Estrujo sus nalgas. Gime. Bracea en el aire. Cierra los ojos y se derrumba sobre mi con un grito animal. La acompaño derramando dentro de ella borbotones de líquido que se mezcla con el suyo y, juntos, rebosan de la vagina empapando el suelo que nos acoge.
Nos falta el aire. Respiramos a estertores. Nuestros cuerpos, incapaces de moverse, están fundidos, temblando. Lentamente nos incorporamos y, abrazados, nos quedamos sentados en el suelo recuperando la respiración.
-¡Qué polvazo! - exclamo con voz trémula.
-¡Qué polvazo! -responde en un susurro quedo.

LA NOCHE

Ya relajados nos vamos a la ducha. Esta vez es tranquila, pausada. Dejamos que el agua caliente corra por nuestra piel. Nos besamos. Nos acariciamos. Recorremos cada centímetro, cada pliegue. Luego, ya secos, nos metemos en la cama dejándonos acariciar por la suavidad de las sábanas de satén. Un roce sensual que nos anima a acariciarnos, a besarnos, a excitarnos poco a poco, sin prisas. El deseo va creciendo y manifestándose en nosotros. Y de nuevo tengo el pene erecto. La humedad va apareciendo en la entrepierna  de Clara. Busco sus ojos. Con mucha suavidad, así de costado, me intruduzco dentro de ella. Sonreímos. Es una sonrisa cómplice. Nos entendemos y, casi sin querer, nos dormimos de esa manera.
Mi sueño es agitado. A veces despierto con los suaves gemidos de Clara. A veces con los míos. Otras es el cabeceo de mi pene lo que me desvela. En una ocasión, siento algo cálido en mi muslo. Palpo. La sábana está mojada. Empapada de jugos míos y de ella que se agita a mi lado. Aparto la tela que nos cubre y observo sus pechos desnudos a la luz del amanecer. La cara relajada por el sueño, el pelo extendido sobre la almohada, las manos en el regazo, las piernas recogidas. Esta verdaderamente hermosa. Beso un pezón. Gime, estira las piernas y retira las manos mostrando el sexo. Beso el otro pezón y abre las piernas. Acaricio su vulva. Sonríe sin abrir los ojos. Está húmeda. Pruebo a introducir un dedo. No. No está húmeda. Está mojada.
Mi pene acusa el descubrimiento y, como un resorte, se pone recto. Suspiro. La abrazo. Me tiendo encima de ella y lo introduzco en la cueva cálida. Clara no se mueve. No abre los ojos. Suspira. Me deja hacer. Su vagina abraza mi miembro. Me invita. La beso. Entreabre los labios pero no responde. Me muevo muy lento. Muy profundo. El placer acude de forma clara. Me recorre por dentro, alcanza mi cerebro, se manifiesta en mis testículos. También invade a Clara. Su respiración se entrecorta, su calor aumenta, su vagina es ahora un mar de jugos que inunda su vulva. Pequeños gemidos acompañan mi vaivén. Una corriente asciende hasta romper en mi cerebro. Mi pene crece, cabecea y estalla justo en el momento en el que Clara, gritando, se abraza a mi cuerpo con brazos y piernas en un estallido de jugos.
Un rayo de sol entra por la ventana dañando nuestros ojos. Nos abrazamos y cubrimos nuestras cabezas la sábana.

DESPERTAR

Ummmm... Un cosquilleo recorre mi entrepierna. Un placentero sopor inunda mi cuerpo. Siento mi miembro erecto, húmedo, cálido. El placer me invade. Aún con los ojos cerrados, intento tomar conciencia de donde estoy. La luz. Una cama. Ummmmm.... Alguien lame mi pene. Clara. Arriba, abajo. Una boca lo acoge. Cálida. Húmeda. Abro los ojos. Una melena rubia se mueve entre mis piernas. Unos ojos verdes me miran. ¿Marta? Doy un salto. Marta me mira con cara de asombro, totalmente desnuda y con una mano en su sexo. Clara, también desnuda, entra en la habitación. Ambas se miran y estallan en una carcajada. Mi cara, estoy seguro, debe ser un poema. Es Clara la que habla.
-Oí el timbre. La chica había venido a buscarte, me dijo quien era y la invité a despertarte ¿Te molesta?
-Después del ajetreo de ayer -ahora habla Marta- pensé que te vendría bien salir a comer por ahí. Algún pueblecito de la sierra, tal vez. ¡Oye! ¿Puedo seguir? Estaba disfrutando mucho.
Miro mi pene que, a pesar de la sorpresa, sigue tieso y desafiante. Me encojo de hombros.
-¡Me añado! -dice Clara.
Marta vuelve a ocuparse de mi pene y Clara, tumbada bajo ella, comienza a besarle y lamerle la vulva. Giro y recoloco mi cuerpo para poder llegar al sexo de Marta, totalmente empapado con sus jugos y la saliva de Clara. Combinamos su lengua y mis dedos para lamer, besar y acariciar todos los rincones de aquel sexo ardiente. Entramos, salimos, aceleramos, paramos... Marta se deshace. Gime ahogándose con mi pene en la boca, tiembla, se retuerce proporcionándome un placer inmenso y profundo. Dobla el cuerpo, lo tensa y se deja ir en un orgasmo que nos inunda. Se queda, como ayer, totalmente quieta y a los pocos segundos, relaja el cuerpo tragando mi miembro hasta lo mas profundo, y vuelve a derramarse en la boca de Clara a la que sorprende y hace toser con aquella nueva oleada de jugos.
Tras eso, se sienta sobre mi metiéndose el vástago en su vagina. Gime sin parar, atrapada en una ola de placer que la domina y la vence. Clara va un poco despistada. La llamo y la hago sentar sobre mi cara para acariciarla con la boca. Están ambas frente a frente. No puedo verlas pero siento sus jugos en mi boca y en mi sexo. El placer me sacude a oleadas y no tardaré mucho en rendirme a él. De hecho, de no haber tenido un día tan "ajetreado" hacia ya tiempo que me habría vaciado sobre Marta.
Mientras tanto, ellas se abrazan y se besan, juegan con sus tetas, se acarician, se pellizcan una a la otra los pezones. Oigo los gemidos ahogados en las bocas que se funden. Imagino los roces de la piel, de las manos, de los labios y mi miembro crece y se aprieta contra las paredes de la ardiente vagina que lo asfixia. Ellas ajustan al fin sus ritmos, se mueven de la misma manera una en mi boca, otra en mi sexo. Empujo la lengua lo más profundo que puedo dentro de Clara y, a la vez, mi mástil en  Marta a la que, estirando de cada musculo de mi cuerpo, entrego mi esencia inundándola de esperma que brota de mi a borbotones. Ella se tensa, arquea el cuerpo, estruja mi miembro y con una sacudida y un grito desgarrador deja fluir sus jugos en otro profundo orgasmo. Clara aprieta los muslos contra mi cabeza, se lanza hacia mi pene que, chorreante, cabecea fuera ya de Marta, y al introducirlo en su boca, derrama sobre la mía su esencia cálida y sabrosa mientras Marta, tumbada a mi lado, disfruta de la segunda parte del orgasmo.
Cuando al fin nos relajamos, pasa ya de la una pero, tras el día y la noche de sexo, me invade un profundo sopor y un notable cansancio. Creo que también a Clara.
-Y ahora...¿qué hacemos? -pregunto en un susurro.
-Pues...podemos ducharnos, vestirnos y salir a comer a la sierra -propone Marta- Se os ve cansados.

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