6/4/16

A orillas del mar


Estaba tendida. El viento jugando con su pelo, el sol acariciando su piel. La fragancia de su cuerpo llegaba a mi como una canción de naturaleza y entonces, nuestras miradas se cruzaron. Mis ojos prendieron en los suyos, nuestros labios dibujaron una sonrisa para hablarnos sin palabras.
Se movió para dejar espacio en su toalla y yo me acerqué a tumbarme junto a ella. Unimos las bocas en un beso que se convirtió en deseo, en pasión desbocada. Las manos tomaron vida propia para sujetar, acariciar, explorar. La ropa iba cayendo y cada centímetro de piel descubierto era mirado, acariciado, besado, lamido. La respiración era cada vez más agitada y cuando cada uno buscó la intimidad del otro, se convirtió en gemidos que el aire se llevaba para mezclarlos con el rumor del mar.
Ascendí a su cuerpo introduciéndome en ella que me recibió con un profundo gemido y un temblar de deseo acoplándose perfectamente a mi. Los movimientos de su pelvis buscaban el máximo roce, la máxima penetración. Busqué sus ojos para encontrar en ellos una mirada que era pura provocación. Sonrió y llevando sus manos a mis nalgas, estiró de mi hasta hacerme llegar a lo más profundo de ella, a la vez que tensaba su cuerpo como un arco y lanzaba un profundo gemido. Sentí sus jugos inundar mi miembro y derrumbándome sobre ella, le entregué los que surgían de mi a borbotones.
Permanecimos tumbados el uno al lado del otro.
-Me llamo Marga -dijo.
-Raúl -contesté- Encantado.
-También yo -añadió ofreciéndome sus labios rojos.

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